En un mercado turístico global cada vez más competitivo, la diferencia entre un destino que atrae y fideliza viajeros y otro que pasa desapercibido radica en un factor estratégico: la marca. Una marca de destino no es un logo ni un eslogan publicitario, sino una promesa de experiencia que sintetiza la identidad de un lugar y proyecta sus valores al mundo.
Pero para que una marca turística sea eficaz y sostenible en el tiempo, no basta con diseñarla desde un despacho o con desplegar campañas mediáticas. La clave está en que sea sentida, vivida y defendida por todos los actores del destino, incluidos los anfitriones naturales: sus habitantes. Son ellos quienes, con su hospitalidad, su cultura y su manera de vivir, convierten la promesa de la marca en una experiencia real para el visitante.
La marca como activo estratégico en el destino
Los estudios de place branding y marketing territorial muestran que una marca sólida impacta mucho más allá del turismo: influye en la atracción de inversiones, en la exportación de productos locales y en la reputación internacional de un territorio.
La marca en turismo: un rol central
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Posiciona al destino en la mente del viajero.
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Diferencia frente a competidores con atributos similares.
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Genera confianza, reduciendo la percepción de riesgo.
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Crea un marco narrativo para la promoción, los contenidos y la experiencia.
Una marca fuerte, además, es un activo intangible de enorme valor: difícil de copiar, resistente al paso del tiempo y capaz de sostener al destino incluso en contextos de crisis.
Por qué la comunidad debe sentir la marca del destino
Una marca turística no puede ser solo un discurso institucional. Si los habitantes no la reconocen como propia, el relato se rompe en el punto de contacto más importante: la experiencia real del viajero.
Los turistas perciben inmediatamente si existe coherencia entre lo que se comunica y lo que se vive.
Los beneficios de una marca apropiada por la comunidad
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Refuerza la hospitalidad y autenticidad.
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Convierte a los habitantes en embajadores espontáneos.
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Genera orgullo local y proyección colectiva.
Los anfitriones como embajadores naturales de la marca
El turismo sostenible exige que los habitantes sean parte activa de la construcción y transmisión de la marca. No son actores secundarios, sino protagonistas del relato.
La gastronomía, las tradiciones, la lengua, el trato cotidiano y la manera en que se cuida el territorio son expresiones directas de la marca del destino.
Caso de estudio: Asturias y la marca como pilar del destino
Asturias, un “Paraíso Natural” sentido por todos
Un ejemplo paradigmático de cómo una marca puede convertirse en patrimonio colectivo es Asturias Paraíso Natural.
En nuestra opinión las razones de su éxito son claras:
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Coherencia con la realidad: la promesa de un “paraíso natural” coincide con su entorno.
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Orgullo local: los asturianos la asumieron como parte de su identidad.
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Permanencia en el tiempo: después de 40 años sigue vigente.
Este caso demuestra que, incluso cuando una marca no se crea desde la co-creación, puede consolidarse como símbolo colectivo si conecta de manera auténtica con la identidad del lugar.
Otros ejemplos de marcas de destino exitosas
Costa Rica: “Pura Vida”
La coherencia entre políticas públicas y la experiencia turística real reforzó la reputación del país como destino sostenible.
Nueva Zelanda: “100% Pure”
Una campaña de larga duración con un mensaje claro y consistente que integró turismo, cultura y exportaciones.
Estos casos muestran un patrón: cuando la marca se construye con coherencia institucional y aceptación social, su efecto es acumulativo y resiliente.
Claves para que la marca sea apropiada por la comunidad
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Diagnóstico participativo
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Identificar valores y percepciones locales.
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Recoger la voz de diferentes actores.
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Co-creación de la narrativa
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Involucrar a la comunidad en la construcción de la marca.
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Reflejar identidad cultural y social.
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Formación y sensibilización de anfitriones
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Capacitar profesionales y ciudadanos.
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Explicar su rol en la reputación del destino.
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Integración de la marca en la vida cotidiana
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Usarla en negocios, eventos y productos locales.
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Facilitar la identidad visual a la comunidad.
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Comunicación bidireccional
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Escuchar continuamente a los habitantes.
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Mostrar cómo la comunidad refuerza la marca.
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Refuerzo desde la autenticidad
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Asegurar coherencia entre promesa y experiencia.
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Evitar narrativas artificiales.
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Celebración de la marca como orgullo colectivo
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Integrarla en campañas educativas y culturales.
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Reconocer a quienes encarnan sus valores.
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Conclusión: la marca como estrategia sostenible del destino
La fortaleza real de una marca turística no depende únicamente de su diseño creativo, sino de su capacidad de ser apropiada por la comunidad.
Asturias, Costa Rica o Nueva Zelanda muestran que el consenso social —ya sea desde el inicio o construido con el tiempo— es el factor que convierte una marca en un activo estratégico duradero.
En definitiva, un destino sin marca es un lugar más en el mapa. Un destino con una marca sentida y defendida por su gente es un lugar con identidad, proyección y futuro.